Un jardín, un huerto ponen nuestro corazón en el futuro. Confiados,esperamos que nuestros cuidados desplieguen en el lienzo de la tierrael paisaje que hemos soñado, anhelado, planeado, nuestro vergel defelicidad, flores y frutos. Cediendo a un deseo antiguo, el de viviren el campo, y gracias a una finca abandonada en Toscana, Pia Peralogra dejar atrás las inquietudes de la metrópolis y aprender atrabajar la tierra, cultivarse, llenar la despensa de verduras yserenidad.
A su llegada a la finca, se descubre«sumamente analfabeta», su única experiencia eran las macetas en losalféizares o en las terrazas de las casas de ciudad. La tierra abierta se presenta ante ella como una gran incógnita. El jardín es un lugarde contemplación, juego y experimentación libre, allí es más fácildesprenderse de todo lo que estamos condicionados a desear pero quenunca ha servido para hacernos felices. En este sentido es un paraíso, el Edén, territorio de despreocupación e inocencia. El huerto esdistinto: con él alcanzamos cierta autonomía y revertimos un rumbo que está destruyendo nuestro planeta; pero reclama mu